En el 240 aniversario de un decisivo triunfo
Panzacola, 10 de mayo de 1781
La conmemoración de la gran victoria de Panzacola, junto con el recuerdo a Bernardo de Gálvez el 30 de noviembre, día de su óbito, son dos fechas que nuestra Asociación conmemora especialmente. Como en el presente año la pandemia, ya en franca retirada, según todo apunta, no nos ha permitido desarrollar ningún acto especial, hemos redactado este breve resumen de lo que supuso aquella decisiva batalla. Y, además, para que nuestros socios y amigos puedan disponer fácilmente de un singular documento, hemos colgado en nuestra web el Diario de la expedición contra la Plaza de Panzacola concluida por las Armas de S.M. Católica baxo las órdenes del Mariscal de Campo D. Bernardo de Gálvez, tomándolo del repositorio digital de la Biblioteca Nacional de España.
--*O*--
A fines del segundo tercio del siglo XVIII, firmada en París la Paz entre el Reino Unido y la coalición España-Francia, concluyó la llamada guerra de los Siete Años, en la que contendieron también otras numerosas naciones. En ella los galos perdieron sus últimas colonias en Norteamérica y los españoles La Habana y Manila. Para recuperarlas, España tuvo que ceder Florida a Inglaterra, y en compensación Francia nos entregó Luisiana, un amplísimo territorio apenas poblado, lo que conllevó a que el río Misisipi se convirtiese en frontera entre los dominios españoles y los británicos.
La cuantiosa deuda que generó el conflicto motivó que el gobierno inglés comenzara a aplicar nuevos impuestos en sus trece colonias de Norteamérica, lo que generó un descontento cada vez mayor entre los colonos, que evolucionó hasta convertirse en una auténtica guerra civil, en un cruel y sangriento enfrentamiento entre leales y rebeldes a la corona británica. El 4 de julio de 1776 los representantes de estos últimos proclamaron la independencia de las trece colonias de la costa Este de Norteamérica, lo que supuso el comienzo de una guerra abierta contra el Reino Unido. Se inició así la llamada Revolución Americana, que originó el nacimiento de la primera república de la época contemporánea.
España y Francia apoyaron de forma subrepticia a los colonos americanos, porque ello suponía desgastar a Inglaterra, el secular y común enemigo. Los rebeldes carecían de todo cuanto necesitaba imperiosamente su incipiente ejército. El país galo, que nada tenía que perder puesto que en el conflicto desarrollado entre 1757 y 1763, los ingleses le habían arrebatado todas su posesiones en América del Norte, declaró en 1778 la guerra al Reino Unido. El 21 de junio del siguiente año también España entró en la guerra contra los ingleses, por las razones que luego veremos, lo que fue determinante para los rebeldes ya que el río Misisipi se convirtió en el camino por el que les llegaba la ayuda de las potencias borbónicas, pero especialmente de España.
España tardó en declarar la guerra no solo contribuir al levantamiento de los independentistas norteamericanos podía fomentar rebeliones similares en sus dominios americanos, que en caso de conflicto contra los ingleses eran difíciles de defender dada la potencia de la armada británica y la extraordinaria extensión de nuestros territorios ultramarinos. Y también porque al monarca español, Carlos III le repugnaba apoyar a los rebeldes que se habían levantado contra un rey que, como él mismo, lo era igualmente por la gracia de Dios.
Pero había serios motivos para involucrarse en este nuevo conflicto, porque aparte del afán por recuperar importantes territorios españoles perdidos en la anterior guerra, los muchos y reiterados agravios que el Reino Unido venía cometiendo contra Francia y España, que se detallan en el interesante documento cuya portada vemos ahora, propiciaron la renovación en abril de 1779 del llamado Pacto de Familia entre los reyes de ambas potencias.
Aparte de la defensa de nuestros amplísimos dominios ultramarinos, la estrategia española contra el enemigo inglés en el escenario europeo tenía como fin primordial la recuperación de Gibraltar y de la isla de Menorca. Cabe señalar que José y Miguel de Gálvez, tíos de Bernardo, tuvieron un enorme protagonismo en el diseño y preparación de la citada estrategia.
En las Américas los objetivos principales eran las dos Floridas y la isla de Jamaica, así como expulsión de los británicos de las costas centroamericanas, en las que habían establecido numerosos asentamientos para extraer valiosas maderas y el famoso palo de tinte. La imagen que ahora se reproduce es el encabezamiento del escrito firmado el 29 de agosto de 1779 por José de Gálvez y dirigido a su sobrino Bernardo, que comenzaba así:
El Rey ha determinado que el principal objetivo de sus armas en América durante la presente guerra sea arrojar a los ingleses del seno mexicano y de las cercanías de esa provincia, liberándonos por este medio del perjuicio que causa a nuestro comercio y de la continua zozobra en que nos tienen sus ambiciosos designios. Esta importante empresa a que tanto favorece la actual situación política de Europa se ha dignado S.M. confiarla al mando de V.S. que llevando baxo sus órdenes un número competente de tropas y apoyado en sus maniobras por suficientes fuerzas navales dará las disposiciones oportunas para apoderarse de Panzacola y la Mobila, y limpiar de ingleses las orillas del Misisipi…
Dos días antes, el 27 de agosto, después de haber reunido un variopinto conjunto de tropas: veteranos del regimiento fijo de Luisiana, reclutas, carabineros, milicianos, negros y mulatos libres, y un pequeño grupo de norteamericanos al mando de Oliver Pollock, Bernardo de Gálvez comenzó la marcha río arriba con la intención de atacar los puestos de Manchak, Baton Rouge y Natchez, establecidos por el ejército británico en la margen izquierda del Misisipi. Durante el avance se le fueron uniendo granjeros de la zona y también indios, formándose así una tropa multiétnica compuesta por casi 1500 hombres, junto a los que avanzaba río arriba una pequeña flotilla de buques ligeros, en los que se transportaba la variada impedimenta y 10 piezas de artillería de distintos calibres.
Esta arriesgada iniciativa se inició pocos días después de que Bernardo de Gálvez recibiera de Madrid la noticia de haberse declarado la guerra a la Gran Bretaña, y con ella venía su nombramiento en propiedad como gobernador de Luisiana y su ascenso a Brigadier. Los enemigos tenían más fuerza y mejor preparación, pero Gálvez supo inculcar entusiasmo en su abigarrada tropa. Tras superar los daños que produjo un fuerte huracán, y dando muestra de su arrojo y su inteligencia, inició la marcha río arriba desde Nueva Orleans y en apenas mes y medio consiguió conquistar Manchak y Baton Rouge. Días más tarde logró también que Natchez se rindiera sin disparar un solo tiro gracias a la acertada gestión que llevó a cabo Oliver Pollock.
El triunfo fue espectacular y supuso que el gran río quedaba enteramente controlado por España. Dos años más tarde el capitán Leyba protagonizó la heroica defensa de San Luis de Illinois, con lo que quedó definitivamente asegurada la retaguardia norteamericana ante las intenciones británicas de alcanzar el golfo de México, bajando por el Misisipi desde Canadá, para coger entre dos frentes a las trece colonias. Con ello Nueva Orleans se convirtió en un punto clave tanto para la guerra como para el abastecimiento de todo tipo de suministros a los patriotas norteamericanos.
Cuando se acometió esta citada ofensiva Bernardo de Gálvez ya había recibido como regalo de los independentistas norteamericanos un bergantín británico de nombre West-Florida que habían capturado al asalto en el lago Pontchartrain tras un sangriento combate, y que en su honor fue rebautizado con el nombre de Galveztown.
El nuevo triunfo fue recompensado por el Rey con el ascenso de Bernardo de Gálvez al empleo de Mariscal de Campo. Tenía 34 años. Pero, alguno de sus jefes y compañeros, celosos por sus éxitos, comenzaron a dificultar la preparación del previsto asalto a Panzacola. Tras un primer intento que resultó fallido, la segunda acometida fracasó porque un fortísimo huracán dispersó el gran convoy que zarpó de La Habana con 4000 hombres.
Pero a fines de febrero de 1781, gracias a la decisiva intervención de Francisco Saavedra, y no sin antes lograr vencer nuevamente las reticencias de los mandos del Ejército y la Armada, partió de La Habana un convoy transportando casi 2000 soldados, con la protección de un buque de línea y varias fragatas. A esta fuerza habrían de unirse más tarde otras unidades procedentes de Mobila y de Cuba.
Tras desembarcar sus tropas en la isla de Santa Rosa, que cerraba la bahía de Panzacola, Bernardo de Gálvez quedó a la espera de que la pequeña flota de apoyo atravesara el canal de acceso al interior de la bahía, lo que resultaba imprescindible para proteger con sus fuegos el cruce de su ejército desde Santa Rosa hasta tierra firme. El citado canal estaba protegido por la artillería británica del fuerte Barrancas Coloradas. El navío San Ramón, buque insignia, inició su marcha enfilando el canal pero al poco, sin haber llegado a entrar en él, encalló en los bancos de arena de la bocana. El mando naval se negó a intentarlo nuevamente aduciendo que podía perder el buque o que si varaba podría cerrar el canal de entrada a la bahía.
Ante tan apurada situación, que ponía en gravísimo riesgo el éxito de la empresa, y al no conseguir Bernardo de Gálvez que al menos las fragatas atravesaran el canal, ya que sus calados eran más pequeños que el del navío San Ramón, el 18 de marzo, y tras meditar detenidamente sus posibilidades, ordenó al oficial de Ingenieros Gelabert que entregase al jefe de la escuadra un mensaje con el siguiente texto: Esta bala que le envío es de las que reparte el fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy delante con el Galveztown para quitarle el miedo. Pasamos por alto ahora la conmoción que este mensaje provocó en los mandos de la flota.
Seguidamente Gálvez ordenó izar en su bergantín una bandera corneta, para que todos conocieran que a bordo iba el jefe de la expedición, y ante sus 2000 hombres desplegados en Santa Rosa y a la vista de todos los buques del convoy, inició el cruce del canal, que culminó felizmente sin sufrir más daños que algunos pequeños desperfectos en jarcias y velas, pese a los 27 disparos que efectuó la artillería del fuerte Barrancas Coloradas. Fácil es imaginar la espectacularidad y emoción que produjo el heroico gesto de Bernardo de Gálvez.
Tras el singular y decisivo episodio las fragatas y todos los buques del convoy que transportaban los suministros del Ejército atravesaron igualmente sin daño alguno el canal de entrada a la bahía, y así pudo iniciarse el cerco de los tres fuertes que defendían la ciudad de Panzacola.
Un hecho a destacar es que el 18 de abril arribaron a la bahía dos buques españoles procedentes de La Habana, cargados de provisiones y trayendo también correspondencia para el general Gálvez. Una de las cartas era de su padre Don Matías, y en ella le comunicaba que había logrado arrebatar a los ingleses el fuerte de la Inmaculada en Nicaragua. Tampoco podemos olvidar hoy las dos heridas que sufrió Bernardo de Gálvez durante el asedio, y que además tuvo varias crisis de la enfermedad crónica que había contraído en Nueva Orleans el año 1777, y que a la postre fue la causa de su fallecimiento el 30 de noviembre de 1786 en Tacubaya, siendo Virrey de Nueva España.
Del feliz final del asedio a Panzacola tan solo una breve aclaración. Poco después de la voladura del fuerte de la Media Luna en la mañana del día 8 de mayo, al impactar una granada española en su polvorín, que provocó la muerte de más de 100 ingleses y la destrucción del reducto, el fuerte Jorge izó bandera blanca siendo ya las 3 de la tarde.
De inmediato comenzaron las conversaciones para redactar las estipulaciones de la rendición de los fuertes británicos, que no concluyeron hasta la una de la madrugada. Al siguiente día, 9 de mayo, se escribieron varias copias del acta de capitulación, que no fueron firmadas hasta la noche de dicha jornada.
Y a las 3 de la tarde del jueves 10 de mayo las tropas inglesas comenzaron a abandonar el fuerte Jorge desfilando en formación ante Bernardo de Gálvez, que esperaba a 500 pasos de la puerta del fuerte británico, rodeado de sus oficiales y estando formadas varias compañías de granaderos españoles y cazadores franceses. Así los ingleses entregaron sus armas y banderas.
Pasando por alto las vicisitudes del asedio, Bernardo de Gálvez tuvo unos subordinados de excepcional nivel, como los generales Girón y Ezpeleta, y unas tropas aguerridas y bien preparadas. Y justo es recordar ahora a quien quizá fue el mejor de sus amigos, Francisco de Saavedra, en cuyo archivo personal, conservado por la Compañía de Jesús en Granada, se custodia una importantísima documentación sobre la vida privada de Bernardo de Gálvez y también de su padre y tíos.
Por nuestra parte poco queda hoy por decir. Pero en este nuevo aniversario de la gran victoria de Panzacola nos gustaría recordar especialmente a otro de sus grandes amigos y colaboradores en la etapa de la guerra contra el Reino Unido. Hablamos del patriota norteamericano Oliver Pollock, a quien en definitiva debemos que nuestra Asociación, gracias al extraordinario papel desarrollado en Washington por Teresa Valcarce Graciani y a la crucial intervención del senador Robert Menéndez, pudiera colgar el retrato de Bernardo de Gálvez en el Capitolio de Washington el 9 de diciembre del año 2014, lo que propició decisivamente su nombramiento como Ciudadano Honorario de Estados Unidos.
Fueron dos trascendentales reconocimientos norteamericanos a un extraordinario militar de España, que alcanzó la gloria y la fama al servicio de su Patria y de su Rey, y cuya persona que estuvo adornada de singulares valores humanos.
Pues bien: en homenaje a Oliver Pollock, y por supuesto a Bernardo de Gálvez, reproducimos ahora las palabras con las que comienza la carta que Pollock le envió el día 7 de junio de 1781 cuando conoció la gran victoria alcanzada en Panzacola. Dicha carta se conserva en el Archivo de Indias, legajo Cuba, 2370. Localizarla y poder publicar su primer párrafo supone un auténtico privilegio, solo reservado a quienes tenemos la fortuna de poder investigar sobre documentos originales.
Por ello nos complace mucho que, gracias a la gentileza de nuestro buen amigo tinerfeño Carlos Cólogan, podamos concluir este breve relato con la primera firma manuscrita que se conoce de Bernardo de Gálvez, tomada de un protocolo notarial del Archivo Histórico Provincial de Tenerife.
Málaga, 10 de mayo de 2021, en el 240 aniversario del triunfo de Panzacola..
Manuel Olmedo Checa.
Archivo adjunto: Diario de operaciones de la expedición contra Plaza de Panzacola.