Cuestiones que plantea la intervención española en la guerra de la independencia americana, 1776 - 1783, con los Gálvez de referente.
La conferencia se articula sobre tres reflexiones sobre tres momentos de la guerra de Independencia americana, teniendo a la familia Gálvez como referente en el inicio, en el desarrollo y en las consecuencias de la citada guerra.
Partiendo de la figura de D. José de Gálvez, del Conde de Floridablanca y del Conde de Aranda, ministro de Indias el primero, ministro de Estado el segundo y embajador en París el último, se analizan las circunstancias por las que España terminó entrando junto a Francia en la guerra contra los ingleses y a favor de los rebeldes norteamericanos.
Históricamente hay consenso en pensar que España entró en esa guerra porque tenía un compromiso internacional o binacional con el reino de Francia, por el llamado Pacto de Familia, aunque en el momento de la revolución de las 13 colonias dicho pacto era papel mojado.
Carlos III, ante la compleja situación internacional, dilató la declaración de guerra ante la contradicción que suponía apoyar a unos rebeldes que se habían alzado contra un rey que lo era por la gracia de Dios, como él mismo, y también por la influencia que ello pudiera tener en nuestras posesiones.
Pero por otra parte no olvidaba la humillación que España sufrió tras la guerra de los Siete Años, que tuvo consecuencias muy dolorosas por la pérdida de La Habana y de Manila, aunque fueron recuperadas a cambio de ceder a los ingleses las dos Floridas. Para Francia fue aún más desastrosa porque perdió sus dominios en la América septentrional y además, para resarcir a España de las pérdidas citadas, la cedió el amplísimo y despoblado territorio de Luisiana, antemural de Nueva España.
El rey de España era persona justa y buena, y firmó el tercer Pacto de Familia por motivos afectivos, pero también es sabido que Carlos III interpuso siempre los intereses de la nación española por encima de cualquier otro interés dinástico; prueba de ello fue la elección de la Bandera dos años después de la finalización de la guerra y para ello rechazo todo color de referencia a la dinastía y se acogió a los colores que representaban al reino. Con la firma del tercer Pacto de Familia quiso establecer una alianza firme, eterna y fuerte con Francia, porque consideraba ésa la única forma de contrarrestar el poder naval de Inglaterra, que constituía una seria y permanente amenaza.
Ante este nueva situación habría que recordar cómo reaccionaron los criollos y franceses del territorio de Louisiana, al verse entregados por su rey Luis XV al rey español. Como era de esperar se produjo una seria revuelta, que culminó con la expulsión de Nueva Orleáns del gobernador español D. Antonio de Ulloa.
En 1776 se produjo un acontecimiento trascendental total en aquellos territorios, donde convivía una población originaria de cuatro naciones europeas: la francesa de origen, la inglesa y alemana por emigración y la nueva española, y también la nativa india. Pero gracias al saber hacer y a las directrices de D. José de Gálvez, habilísimamente puesto en práctica por D. Bernardo de Gálvez, se produjo lo impensable: pasaron dócilmente a formar parte de la corona española, pese a sus diferentes orígenes.
Gracias a la emigración española, sobre todo canaria y malagueña, y también a la inmigración anglosajona que huía de la guerra entre los ingleses y los rebeldes, se consolidó la colonización de la Luisiana, estableciéndose nuevas poblaciones como Nueva Iberia, Galveztown, Feliciana, etc, alcanzándose así el objetivo que perseguía la corona española. Se trataba de unificar una población heterogénea a la que sólo se le exigió dos requisitos: jurar lealtad al rey de España y profesar la religión católica.
El Imperio Español fue un imperio pacífico, no agresivo, e intentaba mantener una cultura, como se reflejaba en sus acciones. Esta actitud conciliadora se manifestó también en la trayectoria de Bernardo de Gálvez. Un buen ejemplo fue su casamiento en 1777 con una criolla francesa, Dª. Feliciana de Saint-Maxent. Pero no fue el único: más de la mitad de los oficiales del regimiento fijo de Luisiana, del cual Gálvez era coronel a la vez que Gobernador provisional, hicieron lo mismo, con lo que se afincaron definitivamente en aquella nueva provincia española.
El regimiento fijo de Luisina sería instrumento principal de D. José de Gálvez para su plan de que América se defendiera con sus propios naturales, porque España solo podría enviarles refuerzo de forma circunstancial.
D. José de Gálvez no era militar, pero cuando fue visitador de la Nueva España, y un severísimo visitador, coartador de posibles rebeliones, tuvo que tomar decisiones de índole militar para proteger la frontera norte, las llamadas Provincias Internas y el Nuevo México ante las incursiones de la “apachería”, para lo cual organizó las milicias locales de los colonos y reforzó la frontera con una cadena de presidios.
Pero no fue aquella su única preocupación: por el este los ingleses y por la costa del Pacífico los rusos fueron las dos principales amenazas a las que tuvo que hacer frente. Y sería D. Bernardo de Gálvez con el regimiento fijo de Luisiana el que resistiría la amenaza inglesa en la frontera que constituía el río Misisipí, consiguiendo en una campaña de casi dos años eliminar la amenaza británica en dicho río y después en la Florida occidental con la conquista de las importantes plazas de Mobila y Panzacola.
Cuando estalló la revolución de las 13 colonias reinaba en Francia Luis XVI, que instó a su primo Carlos III para unirse contra Inglaterra. Pero España, después de su experiencia con el anterior rey francés, decidió actuar de forma independiente y al principio intentó mediar entre ambos contendientes. En cualquier caso nuestra Nación tenía tantas razones para no fiarse de Francia como para luchar contra Inglaterra, cuya marina acosaba al tráfico con las Indias e incluso a las posesiones en el istmo centroamericano, sublevando a los indígenas contra España, lo que había obligado a enviar a D. Matías de Gálvez, padre de Bernardo, con la consigna de evitar la expansión británica, que perseguía como último objetivo cortar en dos el continente americano.
Nunca pretendió Carlos III llegar a un acuerdo con Inglaterra sino actuar de mediador en el conflicto, pero ello despertó muchas suspicacias: ante los americanos, porque se sentían amenazados, ante Francia, que necesitaba la Armada española para vencer a los ingleses y también ante estos últimos, que pensaban que España pretendía dilatar el comienzo de la guerra porque estaba rearmándose, cosa que en parte era cierto.
Era claro que España se preparaba para la guerra organizando el Ejército con las tácticas francesas y alemanas, reforzando la defensa de las Indias y sobre todo modernizando su flota, que llegó a superar a la francesa de aquel momento.
Las instrucciones del rey al ministro de Indias D. José de Gálvez eran que se extremara la alerta pero manteniendo la neutralidad. Y en las zonas calientes del posible conflicto Matías de Gálvez y Bernardo de Gálvez supieron actuar en consecuencia.
Rotas las hostilidades la intervención de España en aquella guerra fue decisiva para la causa de la independencia norteamericana, tanto por los éxitos militares como por la ayuda de todo tipo que antes y durante el conflicto prestó a Estados Unidos. Sin embargo el sigilo que exigió la prestación de esta ayuda entre 1776 y 1779 fue tan absoluto llevó a los independentistas norteamericanos que la ayuda de Francia fue la más importante cuando no la única.
A Francia le interesaba que Estados Unidos creyera que ella había sido la promotora de la ayuda, pero fueron las tropas españolas las que, con nuestra Armada y la francesa, realizaron el mayor y casi el único esfuerzo en tierra, aparte de la ayuda en armamento, municiones, pólvora, alimentos, mantas, uniformes o medicinas, que fueron decisivas para la victoria norteamericana tanto por su cuantía como por los momentos en que fue recibida dicha ayuda.
Hoy es muy difícil recopilar datos porque, dado el absoluto secreto que rodeó el asunto, mucha documentación española se destruyó en su momento, y los datos sobre existentes sobre estas aportaciones aparecen como realizadas por Francia, aunque el embajador de España en París, Conde de Aranda, fue el que se encargó de la entrega de la ayuda vía Francia.
Cuando Carlos III vio que poco se podía hacer ante la invasión de la Luisiana por tropas inglesas con tribus reclutadas por sus agentes decidió al fin declarar la guerra con un primer objetivo: recuperar Gibraltar. Pero los prolegómenos fueron muy complicados: el embajador inglés Cumberland intrigaba con el Conde de Floridablanca contra el ministro José de Gálvez, al que acusaba de estar al servicio de Francia, malinterpretando la trayectoria de éste, que antes de entrar al servicio de Carlos III ejerció de asesor jurídico de la embajada gala en Madrid e incluso defendió los intereses de Luis XV ante la corona de España. Muy conocida es la anécdota en la que D. José de Gálvez, ante el rey Carlos III, justificó su actitud diciéndole al monarca: Señor: antes que el rey está la ley.
España entró en la guerra con una Armada más poderosa que la francesa, y por ello el plan de actuación adoptado, como se refleja en las memorias del Conde de Floridablanca, se iniciaba con la conquista de Inglaterra, para lo cual la flota española se unió a la francesa. Estuvieron a punto de conseguirlo: la flota inglesa se retiró ante la hispano-francesa, compuesta por 36 naves de 2 puentes y 50.000 hombres, pero las tropas no llegaron a cruzar el Canal de la Mancha, dado que Carlos III perseveraba la idea de conseguir la paz con Inglaterra a cambio de recuperar Gibraltar.
Pero frenada por la climatología adversa la incursión de la flota en el Canal de la Mancha y dado que las enfermedades se cebaron en las fuerzas embarcadas aquel proyecto fracasó, por lo que la estrategia de España se centró en el asedio y bloqueo de Gibraltar al tiempo que procuraba la destrucción de la flota inglesa, que a la postre consiguió burlar dicho bloqueo y avituallar Gibraltar.
En aquellos mismos momentos se inició la ofensiva en la Luisiana, que tuvo sus primeros éxitos al desalojar a las fuerzas británicas y sus aliados indios de la margen izquierda del Misisipí, asegurando Nueva Orleáns.
En 1780 inició D. Bernardo de Gálvez las operaciones que culminaron con la toma de Mobila y un año después con la conquista de Panzacola, resonantes éxitos que impidieron que los norteamericanos fueran atacados por su retaguardia. Casi simultáneamente D. Matías de Gálvez recuperaba el territorio perdido en Honduras y Guatemala, y el ejército de América se disponía a la invasión de Jamaica concentrándose en Guárico.
Los éxitos de Bernardo de Gálvez le valieron el ascenso a Teniente General y más tarde el título de Conde de Gálvez, pero la operación contra Jamaica se frustró por el desastre que supuso la derrota de una flota francesa por los británicos. La otra flota gala, aparejada con los pesos fuertes que España le entregó en Cuba, consiguió bloquear la bahía de Cheseapeake y ello fue determinante para el éxito del ejército de Washington en Yorktown, con lo que la guerra quedó prácticamente terminada.
Terminó así de nacer un pequeño país que pronto se convertiría en gigante, y que terminaría imponiendo su hegemonía primero en el continente americano y luego en todo el mundo. España se dio cuenta muy pronto de las ansias de expansión de Estados Unidos, con los que apenas unos meses después de concluir la guerra de la Independencia estuvo a punto de entrar en una nueva guerra ante sus intentos de ocupar los territorios españoles en Luisiana. Si ello no ocurrió fue porque George Washington abortó las incursiones lideradas por aventureros que buscaban gloria y poder.
Pero a larga la política del gobierno norteamericano se basó en expandirse por toda Norteamérica, y bien sabido es que la nación para cuyo nacimiento tanto aportaron España y los Gálvez terminó consiguiéndolo a lo largo del siglo XIX.
Curriculo del Excmo. Sr. D. Hugo O'donnell y Duque de Estrada.
El Excmo. Sr. D. Hugo O´Donnnell y Duque de Estrada nació en Madrid, de madre malagueña. Cursó la carrera de Derecho, y tras realizar la Instrucción Premilitar Superior continuó la carrera militar en la Armada alcanzando el empleo de Comandante de Infantería de Marina. Ostenta el título de Duque de Tetuán.
En el año 2001 fue elegido Académico Numerario de la Real Academia de la Historia, con la medalla nº 2, y tomó posesión el 1º de 2004. Es Vocal del Patronato del Museo Naval. Vicepresidente de la Comisión Española de Historia Militar y su representante ante la Comisión Internacional de Historia Militar. Académico Numerario de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Miembro electo de la Royal Historical Society del Reino Unido. Profesor del Instituto de Historia y Cultura Militar. Correspondiente de las Reales Academias Sevillana de Buenas Letras; de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba; de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, y de la Academia de Historia Naval de Chile.
Es Premio Nacional de Historia (año 2000), Premio Virgen del Carmen de la Armada en dos ocasiones y Premio «Santa Cruz de Marcenado» (año 2004). Esta distinción se otorga cada cinco años a la mejor trayectoria como historiador en el ámbito de las Fuerzas Armadas.
Está en posesión de la Gran Cruz del Mérito Naval y de la Gran Cruz de Honor y Devoción de la Orden de Malta. Académico de Número de la Real Academia de la Historia y correspondiente de las de otros 16 países. Académico de Número de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía y miembro electo de la Royal Historical Society del Reino Unido.
Autor de una docena de libros históricos y de centenares de artículos publicados en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Su último libro es La campaña de Trafalgar. Tres naciones en pugna por el dominio del mar (1805), ha resultado finalista en el último Premio Nacional de Historia.
Ha sido el asesor histórico principal en la firma de abogados Covington & Burling de Washington, consiguiendo rebatir los argumentos de la empresa cazatesoros “Odissey Marine Exploration” en el litigio por el pecio de la fragata “Mercedes” y obtener sentencia favorable a España.
Actualmente dirige la ambiciosa obra en ocho volúmenes "Historia Militar de España".